Un ex miembro de la Corte Suprema hizo una afirmación categórica en 2006: "repartir bolsones no es delito". Lo hizo cuando la distribución de alimentos a cambio de votos marcaba los comicios provinciales. De esa polémica frase se desprenden un par de reflexiones sobre la acción: deslegitima y convierte en deshonesto al que reparte y a quien los recibe. Hoy, el "bolsón" se hizo visible en la UNT, luego que los pasillos se inundaron de denuncias anónimas sobre prebendas por avales en la asamblea universitaria. Sin embargo, hay diferencias que distancian los dos tipos de bolsones: los que lo recibían en las elecciones locales eran seres anónimos en virtud del gigantesco padrón electoral. En cambio, en la universidad, un elector -el tentado y denunciante- tiene nombre y apellido y es uno de los 156 integrantes del plenario que elegirá el rector. Son pocos y se conocen. No se pueden ocultar en la selva de nombres y apellidos. Para su pesar, un video puso en el tapete un hecho repudiable y todos quedaron en la mira, mal que les pese. La duda y la desconfianza sobre ellos quedó sembrada. Entonces; ¿quiénes son los honestos?, ¿están legitimados para elegir? La respuesta sólo la tienen los protagonistas y 156 conciencias.